El domingo 10 de septiembre en Polonia se llevó a cabo la Ceremonia de Beatificación de toda una familia polaca, la familia ULMA, su historia y su vida serena fue truncada por una tragedia, es una historia de amor e inspiración.
El 24 de marzo de 1944, la familia Ulma , sus niños (uno en el vientre de su madre) y los judíos que escondían fueron asesinados por los alemanes, el delito de los Ulma, fue esconder a unos judíos.
Adjunto a la presente el artículo, consideramos que es una historia inspiradora y digna de ser conocida por todos.
Arzobispo Stanisław GĄDECKI
Arzobispo Metropolitano de Poznań, presidente de la Conferencia Episcopal Polaca
Polonia semper fidelis – una misión especial de fidelidad
Ayudamos y continuamos ayudando. Proporcionalmente al tamaño de la población, en Polonia tenemos el mayor número de refugiados de Europa. Este año, 3,5 millones de refugiados ucranianos han encontrado cobijo junto a familias polacas, gracias al apoyo del estado y la Iglesia.
La beatificación de la familia polaca Ulma, del pueblo de Markowa, en el sur de Polonia, tiene una dimensión simbólica. Sus miembros fueron ejecutados por gendarmes alemanes el 24 de marzo de 1944 por ocultar a judíos. En diciembre de 1942, los Ulma dieron cobijo a una familia judía de Łańcut: A Saul Goldman con sus hijos Baruch, Mechel, Joachim y Mojżesz, y a las dos hijas y a la nieta de Chaim Goldman de Markowa: Gołda Grünfeld y Lea Didner, acompañada por su hija Reszla. Los alemanes se enteraron de este hecho a raíz de una denuncia y asesinaron a Józef y Wiktoria Ulma y a sus hijos: Stanisław, Barbara, Władysław, Franciszek, Antoni, Maria, así como a los judíos a quienes ocultaban. Diecisiete personas en total, incluido un niño que todavía se encontraban en el vientre de su madre. La ejecución formaba parte de la operación antijudía “Reinhardt”. La operación en Markowa estaba comandada por el teniente Eilert Dieken. Tras la guerra, esta persona trabajó como policía en Esens. Murió en 1960 como un “ciudadano respetado” y no se le exigieron responsabilidades por sus crímenes.
LA FAMILIA ULMA
Su hija mayor escribió en 2013: “Sé, por medio de las cartas, que estuvo de servicio en Lańcut durante la guerra. También sé, y esto es para mí motivo de alegría, que ayudó a mucha gente. De todos modos, no esperaría otra cosa de él”.
Józef y Wiktoria Ulma ocultaron a judíos a pesar del decreto emitido por los alemanes el 15 de octubre de 1941, según el cual se amenazaba con la pena de muerte no solo a los judíos que “abandonaran el distrito que se les había asignado”, sino también a cualquiera que los escondiera. La razón por la que los Ulma decidieron arriesgar sus vidas fue su profunda y tradicional fe católica. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15,13). Durante la Segunda Guerra Mundial, entre 300 000 y un millón de polacos participaron en la ocultación de judíos, según diversas estimaciones, de los cuales más de mil conocidos por su nombre y apellido fueron asesinados como la familia Ulma. Gracias a la ayuda de los habitantes de Markowa, 21 de los 120 judíos que vivían allí sobrevivieron a la guerra.
La beatificación de la familia Ulma tiene la particularidad de que, por primera vez en la historia de la Iglesia, también será elevado a los altares un niño no nacido. Victoria Ulma estaba embarazada de siete meses. Este niño, de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, recibió el bautismo de sangre, que da los frutos del bautismo sin ser un sacramento. La Iglesia subraya así que un niño no nacido tiene derecho a la dignidad humana y a todos los derechos que de ella se derivan.
La beatificación de la familia Ulma recuerda al mundo la necesidad de respetar la vida de todo ser humano y de ser firmes en la defensa de los valores. Quizá en el secularizado mundo occidental pueda sorprender el hecho de que unos padres estuvieran dispuestos a arriesgar no solo su propia vida, sino también la de sus hijos, para salvar a personas de otra nacionalidad y otra religión. Esta actitud, sin embargo, surge del arraigo en el cristianismo que aún caracteriza a la cultura polaca. Tal actitud fue adoptada también por otros santos polacos: san Maksymilian Kolbe, el beato Cardenal Stefan Wyszyński, el sacerdote beato Jerzy Popiełuszko, el santo Juan Pablo II. Solidaridad, que también surgió de este mismo tronco, condujo a la caída del totalitarismo comunista y al colapso de la división del mundo en dos campos hostiles. Esto sucedió “gracias al esfuerzo de personas que no recurrieron a la violencia, sino que, negándose sistemáticamente a ceder al poder de la fuerza, supieron encontrar siempre formas eficaces de dar testimonio de la verdad”(san Juan Pablo II, Centesimus annus).
“¿Y quién es mi prójimo?”
Józef y Wiktoria Ulma estaban preocupados por la respuesta que un estudioso de la ley recibió de Jesús. Este preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10,29). Jesús explica la parábola del buen samaritano, que se ha convertido en un canon de la cultura europea. El samaritano es un hombre libre de miedo. No pregunta quién es el hombre que yace junto a la carretera. No le interesa su nacionalidad, religión, opiniones o posición social. Cruza todas estas barreras sin tenerlas en cuenta en absoluto. La pregunta de quién es el hombre cuya vida corre peligro carece tanto de sentido, que Jesús no da al estudioso de la ley ni un solo detalle que le permita adivinar cuál es su identidad. Ni siquiera sabemos si era judío. Esto no tiene importancia porque todo ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y todos son aptos para convertirse en nuestro prójimo.
En los últimos tiempos, tras la brutal agresión de Rusia contra Ucrania, esta misma sensibilidad cristiana de los polacos se ha traducido en la apertura de los corazones y los hogares a los refugiados de la guerra de Ucrania. Desde el comienzo de este conflicto armado, unos 14,5 millones de personas, principalmente mujeres y niños que huían de la guerra, han llegado a Polonia; casi 13 millones de ellos han regresado al país. En el punto más alto de estos desplazamientos, unos 3,5 millones de refugiados procedentes de Ucrania encontraron refugio en Polonia, de los cuales alrededor del 30 % fueron acogidos por familias polacas. Otros fueron acogidos en instituciones estatales, locales y eclesiásticas. Todo se hizo sin crear campos de refugiados. Los ucranianos no solo han recibido ayuda humanitaria, sino también ciertos derechos civiles que les permiten, por ejemplo, utilizar el servicio público de salud, incluir a sus hijos en el sistema educativo polaco, beneficiarse de ciertas prestaciones sociales de las que disfrutaban los ciudadanos o acceder a un empleo. Proporcionalmente al tamaño de la población, en Polonia tenemos el mayor número de refugiados de Europa.
De esta identidad se deriva también una responsabilidad históricamente establecida para la Iglesia. Polonia semper fidelis – con estas palabras se expresa nuestra misión especial de fidelidad. Este solía ser también el lema de otras naciones. Con esta actitud, la Iglesia en Polonia desea participar en el próximo sínodo sobre la sinodalidad, viéndolo como una oportunidad para renovar la Iglesia en Europa recordando y expresando en un lenguaje contemporáneo aquellos valores sin los cuales la Iglesia y el cristianismo, y en consecuencia Polonia y Europa, no serían ellos mismos. La beatificación de los Ulma es un recordatorio del valor inalienable del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer, de la familia abierta a la acogida de la prole y como ámbito en el que se transmiten la fe y los valores. También es una afirmación del valor de la vida desde el momento de la concepción y un recordatorio del mandamiento de amar al prójimo hasta la voluntad de dar la vida por los amigos. Los beatificados eran personas con una buena comprensión de la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Nos recuerdan lo que es importante en la vida terrenal y lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna.